viernes, 8 de enero de 2010

Leyenda de Perseo

Perseo, hijo de Zeus y Dánae.
Dánae era hija de Acrisio, rey de Argos, al cual un oráculo había vaticinado que la muerte le llegaría a manos de su nieto, quien aún no había nacido.
Por esta razón, Acrisio encerró a su hija Dánae en una torre de bronce, lo cual no fue impedimento para Zeus, quien la sedujo en forma de lluvia de oro.
Así, cuando nació Perseo, Acrisio decidió arrojar al mar al recién nacido, junto con su propia hija, para o cual los encerró en un cofre, que navegó a la deriva hasta que Poseidón calmó las aguas y lo guió a la isla de Sérifos, donde madre e hijo fueron rescatados por el pescador Dictis.
Allí se crió Perseo, quien al llegar a la juventud, con motivo de la petición de Polidectes, el rey de la isla, de que sus súbditos aportasen regalos para su futura boda, Perseo prometió traer como regalo la cabeza de la Gorgona Medusa. El rey accedió encantado pues, por su parte, se había enamorado de Dánae y veía en ello la posibilidad de deshacerse del joven. En otras versiones es el propio rey quien pide a Perseo la cabeza de la Gorgona, prometiendo que si logra tal hazaña dejará de acosar a su madre, Dánae.

Perseo sin embargo, sería protegido y guiado en su aventura por Hermes, el mensajero de los dioses, y Atenea, la diosa de la razón.
Antes de nada, para saber dónde podía encontrar a la Gorgona, Perseo visitó a las tres Grayas. Éstas eran tres ancianas, hijas, como las gorgonas, de Forcis y Ceto, las cuales tenían un solo diente y un solo ojo para las tres, que iban usando por turnos.
Sus nombres eran Dino, Enio y Penfredo ("terror", "horror" y "alarma").
Para conseguir que le revelaran el paradero de la Gorgona, Perseo les robó el ojo y el diente, negándose a devolverlo hasta que las ancianas le revelasen aquello que deseaba saber.
También visitó Perseo a las Ninfas de quienes recibió tres regalos: unas sandalias aladas, un casco que le haría invisible cuando lo llevase puesto, y un zurrón.
Así, Perseo partió volando hasta los confines del mundo. Una vez allí, encontró a las tres Gorgonas durmiendo, y ayudado por su escudo, utilizándolo como espejo para no tener que mirar a los ojos a la gorgona, por consejo de Atenea, cortó la cabeza a Medusa.
De su sangre nacieron Pegaso, el caballo alado, en quien Perseo se montó inmediatamente para huir de allí, no sin antes guardar en su zurrón la cabeza cortada de la Medusa.

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